conociendo un poco más a Alphonse Mucha


Los altibajos de la vida del pintor Alfons Mucha




Alfons Mucha nació en 1860 en la ciudad de Ivancice, en Moravia del Sur. Se dice que sabía dibujar antes de que aprendiera a andar. En el cuello llevaba colgado un lápiz de colores. Cuando lo perdió, se hundió en un llanto desesperado. Su hijo, el escritor Jirí Mucha, contaba posteriormente que el primer recuerdo de la infancia que se grabó en la memoria de su padre estaba relacionado con un arbolito de Navidad con las velas encendidas. 

El pequeño Alfons Mucha dibujaba con todo lo que tenía al alcance de la mano - lápiz, tiza o carboncillo. Pero no sólo los colores desempeñaban un papel importante en su vida desde la edad más temprana, de igual importancia eran los tonos. 

A los ocho años cantaba en la iglesia. Como escolar trabajó durante tres años en la catedral de San Pedro y Pablo, en la ciudad de Brno, para poder estudiar en el liceo. En las fiestas patronales decoraba con azúcar de colores los corazones hechos de pan de especias. 

Iba a convertirse en cantante del coro de la catedral del monasterio de Staré Brno, pero el puesto fue ocupado por el posterior gran compositor checo Leos Janácek, entonces de 18 años de edad. Alfons Mucha siguió ganándose la vida en la catedral de San Pedro, solo, lejos de su familia y su hogar, teniendo apenas doce años. 

Su expresión artística fue quizá influida por un encuentro con un cuaderno escolar en el que había notas en escritura caligráfica. Alfons Mucha vio pinturas murales por primera vez en una iglesia en Ústí nad Orlicí, en Bohemia Oriental. 

Más tarde, Alfons Mucha trabajó como escribano en un tribunal distrital. Su hijo contaba que Alfons Mucha ponía en una pila las cartas que había abierto y leído, y en otra las que no habían sido abiertas. Luego colocaba las dos pilas en lugares donde no molestaran, habitualmente sobre los armarios, y como era de talla más bien baja, las cartas desaparecían por un año, dos, cinco o diez hasta que las encontraba otra persona. No contestadas, olvidadas, cerradas. 

Alfons Mucha intentó ingresar en la academia de bellas artes de Praga pero el profesor Lhota le recomendó que se dedicara a otra profesión. Volvió entonces a Brno y reanudó el oficio de escribano hasta que un día trajeron a la sala del tribunal a una familia de gitanos - el escribano Mucha debía registrar sus datos personales, pero él en vez de escribir pintaba y en cada una de las columnas respectivas esbozó un retrato de los presentes. Así se acabó definitivamente su carrera en los servicios públicos. 

Afortunadamente la firma austríaca Kautsky-Brioschi-Burghardt, que se ocupaba de la fabricación de decoración teatral, contestó a su anuncio, y así en otoño de 1879 Alfons Mucha se fue a Viena. Cumplió 19 años. Dos años más tarde la firma se declaró en bancarrota. Mucha se fue a la estación y se compró un billete para Mikulov, ciudad en Moravia del Sur. No tenía dinero para viajar más lejos.
Por la mañana vendió al librero local un dibujo y recibió cinco monedas de oro. Se alojó en el hotel León y como no tenía otro dibujo pintó la cabeza de una mujer que había encontrado en la calle. El librero la expuso en el escaparate de su tienda con la inscripción "por 5 monedas de oro en el hotel León". Se trató de la esposa del médico local. La carrera de pintor de Alfons Mucha tomó un rumbo ascendente. 

Mucha empezó a realizar pinturas murales para el conde Khuen, para su castillo Gandegg, en Tirol, luego se inscribió en la academia de Munich, donde se dedicó a estudiar pintura figural. Y luego siguió París. En otoño de 1887, al lado del jardín de Luxemburgo, empezaron los mejores y más fructuosos años de Alfons Mucha. 

A principios de 1889 se le agotó el dinero al pintor. Su único alimento consistía de lentejas. Enviaba dibujos a revistas, pintaba soldados que se vendían a niños para ser recortados de papel, no tenía carbón, sufría frío, se enfermó y dejó de salir de casa. Y entonces, como un ángel de salvación, apareció en su cámara el señor Bourrelier, que buscaba nuevos talentos, y le encargó ilustraciones para Petit Français Illustré. Bourrelier envió un médico a casa de Mucha y también un avance financiero. 

Alfons Mucha volvió a levantarse del fondo y empezó a ganar dinero haciendo ilustraciones para revistas y libros, calendarios, dibujos ... Y se acercaron las fiestas de Navidad de 1894. Poco antes de la Noche Buena su amigo Kadár le pidió que hiciera en su lugar una corrección para una imprenta. Y Mucha la hizo. 

El día 26 de diciembre vino a verlo el gerente de la imprenta Lemercier, Maurice de Brunoff, preocupado porque la actriz Sarah Bernhardt acababa de llamarle pidiéndole un cartel para su último espectáculo. El encargo era urgente - el cartel debía estar ya expuesto el primero de enero por la mañana. 

Por la noche Mucha y Brunoff fueron al Teatro del Renacimiento para ver la obra Gismonda. El pintor esbozó la vestimenta de la divina Sarah, flores en el pelo, mangas amplias, una hoja de palmera. 

Al día siguiente empezó a pintar. Tenía prisa. El 30 de diciembre el cartel estuvo imprimido. Entretanto Brunoff regresó y fue a mirar el cartel. Al verlo se puso pálido exclamando: ¡Mais, mon Dieu! ¡Está mal, Sarah me va a echar! 

Se equivocó. El desesperado Brunoff se fue al teatro y dentro de poco llamaron para que viniera también Mucha. Entró en el camerino de Sarah Bernhardt. El cartel estaba colgado en la pared. La artista estaba frente a él y no podía dejar de verlo. Abrazó al pintor y lo cubrió de alabanzas.
Alfons Mucha trabajó para Sarah Bernhardt durante seis años hasta su salida a América en 1901. El cartel despertó furor en las calles de París, con su formato estrecho y largo, con una figura de tamaño casi real que atraía la atención con suaves colores violeta, rosa, verde, marrón y dorado, tan diferentes de los tradicionales colores llamativos. 

El 25 de febrero de 1904 Alfons Mucha cruzó el océano en el barco La Lorraine. Antes de embarcarse obtuvo el encargo de la señora Rotschild para un retrato. No se fue a América para ganar dinero, sino para dedicarse en paz a una obra a la que deseaba consagrar la segunda mitad de su vida.
Cuando empezaron a escasearle las finanzas apareció el millonario Charles R. Crane, hombre educado, empresario y posterior embajador estadounidense en China, que visitó Rusia y también Praga. Con Alfons Mucha se encontró por primera vez en 1904, en un festín en Delmonicos, donde el pintor fundó la Sociedad Americano-Eslava. Por segunda vez se encontraron un año más tarde en Chicago. 

Crane tenía una sede veraniega en Woods Hall, no muy lejos de East Brewster, lugar donde Mucha pintaba y a donde el empresario venía para escuchar las opiniones del pintor sobre el futuro papel de los eslavos en la historia de Europa. A veces venía con su amigo, Woodrow Wilson. 

Un día Crane encargó a Mucha un retrato de su hija Frances, y entonces el pintor le confesó su plan - dedicar el resto de su vida a veinte lienzos gigantescos que representaran la historia del pueblo eslavo, desde la prehistoria hasta la actualidad. Le dijo asimismo que no disponía de medios financieros y que esperaba un fomento de Crane. 

En 1912 Alfons Mucha empezó con el primer lienzo del ciclo que denominó Epopeya Eslava. Escogió el castillo de Zbiroh, en Bohemia, como lugar para su taller. El trabajo que estaba planeado para cinco años se prolongó por casi veinte. Mientras tanto, en el escenario artístico mundial aparecieron nuevos estilos en los que las pinturas monumentales de Alfons Mucha ya no encuadraban. 

Los cuadros que debían dar la corona a la obra del famoso pintor checo no encontraron reconocimiento y durante muchos años no pudieron encontrar ni hospedaje. Praga, a la que Mucha dedicó su obra monumental, no disponía de espacios suficientes para colocar la Epopeya Eslava.
Durante la Segunda Guerra Mundial los cuadros fueron colocados en un sótano de Praga y la humedad los deterioró parcialmente. Después de 1945 se ofreció la oportunidad de restaurar las pinturas y colocarlas en la sala y la capilla del castillo renacentista de Moravský Krumlov. Allí están expuestas hasta hoy en día, en las cercanías de la ciudad natal de Alfons Mucha, Ivancice.



HISTORIA FAMILIAR "LA DINASTÍA MUCHA"

ALFONS MARIA MUCHA

(nacido en 1860 en Ivancice, Moravia - murió en 1939 en Praga)

Pintor checo, escultor, diseñador de carteles e ilustrador. En los años 1895 - 1904 fue uno de los creadores y representantes más conocidos del estilo Art Nouveau en París.

Sus carteles, tanto teatrales como comerciales, sus panneaux decorativos y sus diseños para la decoración de interiores, marcaron la tendencia de la época y co-fundaron el estilo Art Nouveau. Las publicaciones de bibliófilo de Mucha se encuentran entre el fondo dorado de bellos libros del mundo.

Participó en la Exposición Mundial de 1900 en París con varias colecciones, y decoró el interior del Pabellón de Bosnia y Herzegovina con sus pinturas.

La vida en París
Desde 1888 Alfons Mucha vivió en París haciendo ilustraciones. Su popularidad comenzó a aumentar enormemente desde finales de 1894 cuando diseñó el primer póster para la venerada actriz Sarah Bernhardt, en la obra Gismonda. A diferencia de la mayoría de los carteles algo chillones y de colores brillantes de la época, de repente apareció uno diferente, atrayendo la atención con su tenue coloración en colores pastel, líneas melodiosamente fluidas y dibujo perfecto.

Éxito
Desde entonces, a Mucha no le faltaban comisiones. Mujeres misteriosas y hermosas, tan típicas para sus carteles, invitaron a los parisinos al teatro, les ofrecieron vino, galletas, bicicletas, revistas, papeles de cigarrillos. Promovieron los balnearios de moda, el ferrocarril francés, la Exposición Mundial.
El estudio de Mucha en la rue Val-de-Grâce, atestado de antigüedades, alfombras preciosas y cortinas de seda, era uno de los centros más de moda del Art Nouveau parisino. Mucha fue un excelente anfitrión, siempre dispuesto a aplicar su otro talento musical.

Los coleccionistas de arte pronto lo obligaron a diseñar panneaux decorativos, tan populares en su momento, personificando las estaciones, las flores, las piedras preciosas y las estrellas. Las mujeres en sus carteles y panneaux estaban dotadas de un equilibrio preciso de excitante erotismo e inaccesibilidad.

Estaban envueltos en el suave esplendor de sus vestidos y cabello; sus cuellos y manos estaban adornados con flores y joyas extraordinarias, algo exóticas. Todo estaba encerrado en un bello contorno ondulado, que tenía el poder de darle a toda la escena su imagen y ritmo típicos.

Los franceses hablaron de Le style Mucha. No es de extrañar que la actriz popular Sarah Bernhardt, que tenía un extraordinario sentido de la publicidad, aseguró Mucha para ella con un contrato de seis años. Diseñó una gran cantidad de bellos carteles para ella, pero pronto comenzó a diseñar sus disfraces teatrales y accesorios, incluidas las joyas. A partir de ahí, fue solo un paso hacia su colaboración con los joyeros más destacados.

Dedicado a la belleza
El más importante de ellos fue sin duda Georges Fouquet, que tenía una tienda y un taller en la elegante Rue Royale. Mucha diseñó el stand de Fouquet para la Exposición Mundial, y algunas de las joyas que él había diseñado se exhibieron allí. Poco después, Fouquet le pidió que diseñara un nuevo interior para su tienda. Mucha concibió la tarea con un gran estilo y, en un espacio relativamente pequeño, construyó una gruta de cuentos de hadas dedicada a la belleza.

Las joyas diseñadas por Mucha eran igual de únicas. El más famoso de ellos fue el brazalete de serpiente.
Era un accesorio del disfraz de Medea para la obra del mismo nombre, y se puede ver en su cartel. Era de una belleza tan singular que, al final, Fouquet lo hizo de oro, esmaltes y piedras preciosas.

La pulsera, que tiene un anillo extraíble adjunto, se encuentra ahora en la Colección Doi en Japón, la segunda colección más grande de trabajos de Mucha en el mundo.

Las primeras joyas de Mucha fueron un tanto espectaculares: diademas, colgantes, aretes enormes, y podrían usarse principalmente en el escenario o en una vitrina.

Sin embargo, Mucha pronto disciplinó sus medios de expresión en una forma atemporal o, quizás, hoy es muy contemporánea.

Sin duda tiene mucho que ver con la importancia atribuida al arte aplicado en los años alrededor de 1900 y con el ferviente deseo de Mucha, de llevar el arte a todo y a todos.

Alrededor de 1900 Mucha decidió abandonar el trabajo decorativo y dedicar su tiempo exclusivamente a la pintura. Todavía tenía varios compromisos con compañías y editores, a los que había prometido afiches, pero no quería aceptar nuevas comisiones.

Para librarse de las continuas demandas de diseños de joyas y otros objetos de arte aplicado, cumplió con el deseo de un editor y compiló una colección de sus propios diseños llamada Documents décoratifs.

En aquellos días, muchas obras similares, dedicadas al avance de las artes y la artesanía, se publicaban. Mucha fue uno de los mejores, y sirvió como una fuente educativa en el campo en muchas partes de Europa, Rusia y los Estados Unidos.

También resultó ser una fuente de inspiración, pero aparentemente estas placas nunca se usaron como modelos para trabajos de concreto.

De EE. UU. A Bohemia
En 1904, Mucha se fue de París a los Estados Unidos, donde esperaba tener éxito como retratista de la alta sociedad. Este plan no funcionó; sin embargo, tuvo mucho éxito como profesor en Filadelfia, Chicago y Nueva York. También decoró el interior del Teatro Alemán en Nueva York.

En 1910 regresó a casa apoyado por su patrón estadounidense, el millonario Charles Crane, y en el castillo de Zbiroh cerca de la ciudad checa de Plzen (Pilsen), comenzó a pintar una serie de veinte grandes lienzos llamados "La epopeya eslava". Con algunas interrupciones, le llevó 18 años lograrlo.

Al mismo tiempo, él trabaja realizando imágenes y dibujos mucho menos grandiosos y decorando algunos edificios públicos. También diseñó los primeros billetes y uniformes checoslovacos para la gendarmería de la nueva República checoslovaca, fundada en 1918.

Mucha era un miembro distinguido de los franceses y más tarde también de la logia de Francmasones de Praga, y durante el último tercio de su vida dedicó la mayor parte de su energía a trabajar para este movimiento. Murió de neumonía en 1939 después de un interrogatorio de la Gestapo, poco antes de su octogésimo cumpleaños.

Alfons Mucha no solo fue un artista sobresaliente, sino también un excelente músico. Fue un muy buen cantante y tocó bien el armonio. Él realmente fundó una dinastía de artistas. Su hija, JAROSLAVA MUCHOVA-TERSOVA (1909-1986), heredó su talento y se dedicó principalmente a la restauración de imágenes.

Su hijo, JIRI MUCHA (1915-1991), estudió medicina y se graduó en Historia del Arte y Estudios Orientales. 

Hacia el final de los años treinta era miembro de la comunidad checa en París. En 1939 escribió el texto en la Misa de campo de Bohuslav Martinu. Se casó con la compositora checa Vítezslava Kapralova, quien, sin embargo, murió pocos meses después de su boda. Su segunda esposa fue la compositora inglesa Geraldine Thompson. Durante la Segunda Guerra Mundial fue oficial de la RAF, trabajando al mismo tiempo como corresponsal de guerra de la BBC en el norte de África, el Medio y Lejano Oriente. Continuó siendo periodista después de regresar a Checoslovaquia en 1945. En los años cincuenta, fue encarcelado por el régimen comunista. Después de ser lanzado, se dedicó exclusivamente a la escritura. Escribió doce novelas, algunas de las cuales han sido traducidas al inglés, p. Ej. (1946) Los problemas del teniente Knapp, (1948) Scorched Crop, (1968) Vivir y vivir parcialmente.

Desde finales de los años cincuenta, dedicó una gran cantidad de tiempo y energía a la promoción y compilación de las obras de su padre. Después de exposiciones en Londres y París, la importancia de Alfons Mucha fue reconocida en todas las publicaciones sobre Art Nouveau.

Con su amiga Marta Kadlecikova, Jiri Mucha escribió una monografía sobre su padre, que fue reescrita varias veces y publicada en checo como Kankan se svatozari, así como en otros idiomas, siendo el título en inglés simplemente: Alphonse Mucha.

Después de 1979, la Galería Nacional de Praga organizó muchas exposiciones de Alfons Mucha en todo el mundo, sobre todo en Europa y Japón.

La contribución de Jiri Mucha a esto fue significativa. Al mismo tiempo, también hizo magnánimos regalos de las obras de su padre al emergente Museo de Orsay en París y a la Galería Nacional de Praga.
Del amor a la relación

Poco después de la guerra, la madre de Jiri, Maruska, le presentó a la hermosa VLASTA PLOCKOVA, de 24 años (1921-2003).

Fue un amor apasionado a primera vista para Jifií y Vlasta; sin embargo, ambos ya estaban casados ​​y no querían separar a sus familias.

Años más tarde, su relación duradera se convirtió en un lazo de respeto mutuo y una amistad que perduró hasta la muerte de Jiri en 1991.

El fruto de su amor fue la hija JARMILA MUCHA PLOCKOVA. Y es ella quien ha heredado el talento artístico familiar. Sus dos hijas, siguiendo la tradición familiar, son muy talentosas, con un don para las artes.

La mayor KATERINA GARCÍA, que enseña a los hispanos en el Trinity College de Dublín, es una cantante reconocida, y la más joven BARBORA GARCÍA, graduada de arquitectura, estudios y diseño escénico en Praga, también es una cantante activa.

Texto original de Jana Orlikova






Buscando a Alfons Mucha por la República Checa



Aunque ahora en Madrid se pueden ver muchas de las obras que lo hicieron famoso, incluida una copia del cartel  de la obra “Gismonda” que diseñó para Sarah Bernhardt en 1894, para conocer la verdadera magnitud de este artista hay que viajar a la República Checa donde nació y vivió gran parte de su vida, a pesar de alcanzar la fama en Paris.

La primera parada hay que hacerla en el Muchovo Museum de Praga, el privilegiado escaparate de la Mucha Foundation que desde 1989 expone una parte importante de su inmensa colección, compuesta por unas tres mil obras (incluidas joyas y todo tipo de objetos curiosos que diseñó durante su vida) además de cuatro mil fotografías.

Inmediatamente después hay que acercarse a la “Casa Municipal” (Obecní dům)   uno de los edificios modernistas más carismáticos de la capital checa, diseñado entre 1905 y 1911 por Antonín Balšánek y Osvald Polívka. En su interior se pueden ver obras de grandes  artistas  de principios del siglo XX incluido Mucha que realizó en 1911 los murales que decoran en salón principal. Se trata de murales de enormes dimensiones en torno a la Concordia Eslava , ensalzando los valores nacionalistas que desembocarían en la independencia de Checoslovaquia, unos años más tarde.

La tercera parada en este circuito por la Praga de Mucha, hay que hacerla en la Catedral de San Vito  donde se puede ver la vidriera original que realizó Mucha hacia 1930, utilizando como tema principal la vida de San Wenceslao.

Este recorrido tendría que culminar disfrutando de su Epopeya Eslava , sin duda su trabajo más ambicioso, compuesto por veinte óleos de  unos ocho por seis metros que donaría a  la municipalidad de Praga pero que todavía la ciudad no ha encontrado el lugar más apropiado para exponerlo. Los realizó en el palacio de Zbiroh, a unos sesenta kilómetros al suroeste de la capital que hoy en día funciona como un hotel de lujo y donde se conservan fotos  de su trabajo.

Un buen lugar para terminar  este itinerario es Vyšehradský hřbitov, el sugerente cementerio que se encuentra en el entorno del Castillo de Vyšehrad.  Allí fue enterrado Alphonse Mucha en 1939  donde ya descansaban otros artistas, músicos  y escritores checos como Antonín Dvořák  o Jan Neruda.

Los que se queden con ganas de conocer no sólo la Praga de Alphonse Mucha sino también otros rincones del país relacionados con el artista, aquí va una sugerencia de lugares  que permiten redescubrir la República Checa  a través de la mirada de este multifacético personaje.

Se puede comenzar en Ivančice en el Moravia donde nació en 1860. Allí se puede visitar un Memorial que incluye una exposición permanente con algunas de sus obras y pertenencias, para luego asomarse al mirador que lleva su nombre, sin ovidarse de  entrar en la iglesia de este pueblo a 20km al suroeste de Brno para buscar el mograma que talló  en uno de los bancos.

Aunque Brno no conserva ninguna de sus obras, se puede encontrar su huella en varios lugares especialmente emblemáticos como la Catedral de San Pedro y San Pablo en la colina de Petrov donde cantaba en el coro  además de estudiar en un colegio anexo.

Por otra parte también nos da la oportunidad de explorar el extremo sur de Moravia fronterizo con Austria, ya que pasó largas temporadas en la zona pintando retratos a las familias nobles locales, tanto en  el castillo de Mikulov donde una placa conmemorativa recuerda su estancia, como en  el de Emmahof u Hrušovan nad Jeviškou donde también realizó varios murales que desgraciadamente han desaparecido a causa de un incendio. De forma complementaria el cercano pueblo de Šanov ha creado la ruta en bicicleta Por el Paisaje donde pintó Alfons Mucha.

Con Alfons Mucha también podemos explorar la región de Pardubice, al este de la capital.  En Chrudim,  más conocido por su relación con el mundo de las marionetas, su museo regional   incluye medio cenetenar de su obras. Como curiosidad la cercana Ústí nad Orlicí conserva  en su iglesia los murales de Jan Umlauf que según se cuenta convencieron a Alfons Mucha para convertirse en pintor profesional  y en Letohrad todavía se puede ver el tilo que le sirvió de inspiración  para su emblemática obra  El Juramento de los Jovenes debajo del tilo eslavo.

Por último en el Polabské Museum  de la pintoresca ciudad amurallada de Nymruk  ( a unos 45km al este de Praga) se puede ver uno de sus murales más famosos, dedicado a  La Conquista de Nymburk por los Husitas en 1421 que realizó casi al final de su vida.



Los altibajos de la vida del pintor Alfons Mucha 


En el año 1900 el pintor Alfons Mucha se propuso en París que dedicaría la segunda mitad de su vida a una obra que ayudara a crear y fortalecer la conciencia nacional del pueblo checo. Amaba profundamente a su patria. No sospechaba que esa decisión haría retroceder su carrera artística y sus frutos tendrían que esperar al reconocimiento por largos años.



Alfons Mucha nació en 1860 en la ciudad de Ivancice, en Moravia del Sur. Se dice que sabía dibujar antes de que aprendiera a andar. En el cuello llevaba colgado un lápiz de colores. Cuando lo perdió, se hundió en un llanto desesperado. Su hijo, el escritor Jirí Mucha, contaba posteriormente que el primer recuerdo de la infancia que se grabó en la memoria de su padre estaba relacionado con un arbolito de Navidad con las velas encendidas. 

El pequeño Alfons Mucha dibujaba con todo lo que tenía al alcance de la mano - lápiz, tiza o carboncillo. Pero no sólo los colores desempeñaban un papel importante en su vida desde la edad más temprana, de igual importancia eran los tonos. 

A los ocho años cantaba en la iglesia. Como escolar trabajó durante tres años en la catedral de San Pedro y Pablo, en la ciudad de Brno, para poder estudiar en el liceo. En las fiestas patronales decoraba con azúcar de colores los corazones hechos de pan de especias. 

Iba a convertirse en cantante del coro de la catedral del monasterio de Staré Brno, pero el puesto fue ocupado por el posterior gran compositor checo Leos Janácek, entonces de 18 años de edad. Alfons Mucha siguió ganándose la vida en la catedral de San Pedro, solo, lejos de su familia y su hogar, teniendo apenas doce años. 

Su expresión artística fue quizá influida por un encuentro con un cuaderno escolar en el que había notas en escritura caligráfica. Alfons Mucha vio pinturas murales por primera vez en una iglesia en Ústí nad Orlicí, en Bohemia Oriental. 

Más tarde, Alfons Mucha trabajó como escribano en un tribunal distrital. Su hijo contaba que Alfons Mucha ponía en una pila las cartas que había abierto y leído, y en otra las que no habían sido abiertas. Luego colocaba las dos pilas en lugares donde no molestaran, habitualmente sobre los armarios, y como era de talla más bien baja, las cartas desaparecían por un año, dos, cinco o diez hasta que las encontraba otra persona. No contestadas, olvidadas, cerradas. 

Alfons Mucha intentó ingresar en la academia de bellas artes de Praga pero el profesor Lhota le recomendó que se dedicara a otra profesión. Volvió entonces a Brno y reanudó el oficio de escribano hasta que un día trajeron a la sala del tribunal a una familia de gitanos - el escribano Mucha debía registrar sus datos personales, pero él en vez de escribir pintaba y en cada una de las columnas respectivas esbozó un retrato de los presentes. Así se acabó definitivamente su carrera en los servicios públicos. 

Afortunadamente la firma austríaca Kautsky-Brioschi-Burghardt, que se ocupaba de la fabricación de decoración teatral, contestó a su anuncio, y así en otoño de 1879 Alfons Mucha se fue a Viena. Cumplió 19 años. Dos años más tarde la firma se declaró en bancarrota. Mucha se fue a la estación y se compró un billete para Mikulov, ciudad en Moravia del Sur. No tenía dinero para viajar más lejos.
Por la mañana vendió al librero local un dibujo y recibió cinco monedas de oro. Se alojó en el hotel León y como no tenía otro dibujo pintó la cabeza de una mujer que había encontrado en la calle. El librero la expuso en el escaparate de su tienda con la inscripción "por 5 monedas de oro en el hotel León". Se trató de la esposa del médico local. La carrera de pintor de Alfons Mucha tomó un rumbo ascendente. 

Mucha empezó a realizar pinturas murales para el conde Khuen, para su castillo Gandegg, en Tirol, luego se inscribió en la academia de Munich, donde se dedicó a estudiar pintura figural. Y luego siguió París. En otoño de 1887, al lado del jardín de Luxemburgo, empezaron los mejores y más fructuosos años de Alfons Mucha. 

A principios de 1889 se le agotó el dinero al pintor. Su único alimento consistía de lentejas. Enviaba dibujos a revistas, pintaba soldados que se vendían a niños para ser recortados de papel, no tenía carbón, sufría frío, se enfermó y dejó de salir de casa. Y entonces, como un ángel de salvación, apareció en su cámara el señor Bourrelier, que buscaba nuevos talentos, y le encargó ilustraciones para Petit Français Illustré. Bourrelier envió un médico a casa de Mucha y también un avance financiero. 

Alfons Mucha volvió a levantarse del fondo y empezó a ganar dinero haciendo ilustraciones para revistas y libros, calendarios, dibujos ... Y se acercaron las fiestas de Navidad de 1894. Poco antes de la Noche Buena su amigo Kadár le pidió que hiciera en su lugar una corrección para una imprenta. Y Mucha la hizo. 

El día 26 de diciembre vino a verlo el gerente de la imprenta Lemercier, Maurice de Brunoff, preocupado porque la actriz Sarah Bernhardt acababa de llamarle pidiéndole un cartel para su último espectáculo. El encargo era urgente - el cartel debía estar ya expuesto el primero de enero por la mañana. 

Por la noche Mucha y Brunoff fueron al Teatro del Renacimiento para ver la obra Gismonda. El pintor esbozó la vestimenta de la divina Sarah, flores en el pelo, mangas amplias, una hoja de palmera. 

Al día siguiente empezó a pintar. Tenía prisa. El 30 de diciembre el cartel estuvo imprimido. Entretanto Brunoff regresó y fue a mirar el cartel. Al verlo se puso pálido exclamando: ¡Mais, mon Dieu! ¡Está mal, Sarah me va a echar! 

Se equivocó. El desesperado Brunoff se fue al teatro y dentro de poco llamaron para que viniera también Mucha. Entró en el camerino de Sarah Bernhardt. El cartel estaba colgado en la pared. La artista estaba frente a él y no podía dejar de verlo. Abrazó al pintor y lo cubrió de alabanzas.
Alfons Mucha trabajó para Sarah Bernhardt durante seis años hasta su salida a América en 1901. El cartel despertó furor en las calles de París, con su formato estrecho y largo, con una figura de tamaño casi real que atraía la atención con suaves colores violeta, rosa, verde, marrón y dorado, tan diferentes de los tradicionales colores llamativos. 

El 25 de febrero de 1904 Alfons Mucha cruzó el océano en el barco La Lorraine. Antes de embarcarse obtuvo el encargo de la señora Rotschild para un retrato. No se fue a América para ganar dinero, sino para dedicarse en paz a una obra a la que deseaba consagrar la segunda mitad de su vida.
Cuando empezaron a escasearle las finanzas apareció el millonario Charles R. Crane, hombre educado, empresario y posterior embajador estadounidense en China, que visitó Rusia y también Praga. Con Alfons Mucha se encontró por primera vez en 1904, en un festín en Delmonicos, donde el pintor fundó la Sociedad Americano-Eslava. Por segunda vez se encontraron un año más tarde en Chicago. 

Crane tenía una sede veraniega en Woods Hall, no muy lejos de East Brewster, lugar donde Mucha pintaba y a donde el empresario venía para escuchar las opiniones del pintor sobre el futuro papel de los eslavos en la historia de Europa. A veces venía con su amigo, Woodrow Wilson.
Un día Crane encargó a Mucha un retrato de su hija Frances, y entonces el pintor le confesó su plan - dedicar el resto de su vida a veinte lienzos gigantescos que representaran la historia del pueblo eslavo, desde la prehistoria hasta la actualidad. Le dijo asimismo que no disponía de medios financieros y que esperaba un fomento de Crane. 

En 1912 Alfons Mucha empezó con el primer lienzo del ciclo que denominó Epopeya Eslava. Escogió el castillo de Zbiroh, en Bohemia, como lugar para su taller. El trabajo que estaba planeado para cinco años se prolongó por casi veinte. Mientras tanto, en el escenario artístico mundial aparecieron nuevos estilos en los que las pinturas monumentales de Alfons Mucha ya no encuadraban. 

Los cuadros que debían dar la corona a la obra del famoso pintor checo no encontraron reconocimiento y durante muchos años no pudieron encontrar ni hospedaje. Praga, a la que Mucha dedicó su obra monumental, no disponía de espacios suficientes para colocar la Epopeya Eslava.
Durante la Segunda Guerra Mundial los cuadros fueron colocados en un sótano de Praga y la humedad los deterioró parcialmente. Después de 1945 se ofreció la oportunidad de restaurar las pinturas y colocarlas en la sala y la capilla del castillo renacentista de Moravský Krumlov. Allí están expuestas hasta hoy en día, en las cercanías de la ciudad natal de Alfons Mucha, Ivancice.





Mucha, más allá del ‘art nouveau’

*Bohemio, cosmopolita y patriota, el artista checo se mantuvo siempre fiel a sus raíces y puso su talento al servicio de la causa política con obras como Epopeya eslava o Rusia restituida.


Era todavía un adolescente cuando Alphonse Mucha (1860-1939) comenzó a colaborar en las revistas satíricas políticas de su Ivančice natal. En 1878 se había presentado como pintor al examen de acceso de la Academia de Bellas Artes de Praga, pero no fue admitido, por eso tuvo que conformarse con un aprendizaje más modesto, que repartió entre las ilustraciones estampadas y los carteles que hacía para anunciar las funciones del teatro de su ciudad.

Precisamente esos carteles publicitarios con los que comenzó a ejercitarse en el dibujo de forma temprana son los que le han dado fama internacional. No es extraño, por tanto, que sean el principal reclamo de la muestra monográfica que acaba de inaugurar el Palacio Gaviria, que repite como centro de exposiciones tras el éxito cosechado con otro monográfico: Escher.

El secreto del autor checo estuvo en tratar este material como objeto artístico en vez de como un mero elemento propagandístico. Dolido por el rechazo de la Academia, Mucha puso todo su genio en los carteles -hacía incluso bocetos preparatorios-, convirtiéndose en uno de los mejores especialistas de este género del fin de siècle y en el fundador del art nouveau (antes de que surgiese este término, el público lo conocía como ‘estilo mucha’).


Uno de las litografías que más éxito tuvo fue Gismonda (1894), el cartel publicitario que hizo in extremis para anunciar el melodrama griego protagonizado por Sarah Bernhardt. Al parecer, la actriz llamó en Nochebuena a la imprenta donde trabajaba Mucha para pedir que cambiasen el diseño cuanto antes y, aunque este solo se encargaba entonces de revisar bocetos, propuso una composición que fascinó a la estrella de cine. También debió de gustar, y mucho, al público. ¡La gente arrancaba los carteles de las calles para llevárselos a su casa!

Aquel fue el inicio de una fructífera relación entre la actriz y el artista, que a partir de ese momento se encargó de ilustrar todas sus actuaciones, como por ejemplo Medea, Tosca y Hamlet, presentes en la exposición. Asimismo, también supuso el reconocimiento de Mucha como diseñador de carteles. Nestle, Möet Chandon, Benedictine… todas las marcas anhelaban tener una obra suya para publicitarse. Y en todas, el autor ponía su impronta: las mujeres seductoras, o lo que es lo mismo,  “el maravilloso poema del cuerpo humano”, según sus palabras. Mujeres dulces, cándidas, pensativas, provocadoras o enigmáticas. Incluso en el cartel que anuncia el papel de fumar Job, el tocado y los cabellos de la figura femenina son más llamativos que el producto que publicita.

El recorrido repasa esta época dorada con algunas de las litografías y pinturas más celebres del padre del art nouveau. Destacan, por ejemplo, su serie de Las estaciones (1896) o Las piedras preciosas (1900), cargadas de belleza, elegancia y sensualidad. Extraordinarias resultan también las artes clásicas -danza, pintura, poesía y música- que dibuja con trazo magistral a lápiz y acuarela sobre papel en 1898.

Sin embargo, la retrospectiva titulada Alphonse Mucha ahonda en otras facetas menos conocidas y quizá por ello más interesantes. Porque además de ilustrador, nuestro autor fue también pintor, diseñador de insignias, joyas y elementos decorativos, fotógrafo e incluso escultor, como se puede apreciar en las distintas secciones de la muestra.


UN ARTE PARA EL ENTENDIMIENTO

La armonía de las formas que tanto caracteriza las obras de Mucha es la misma que el propio autor deseó para los pueblos, en un momento dominado por los procesos independentistas del Imperio Austrohúngaro primero, y la Guerra Mundial después. Patriótico nacionalista y defensor de sus raíces eslavas, siempre apostó por el entendimiento, así como por un arte capaz de “crear puentes”. “El objetivo de mi trabajo nunca ha sido destruir, sino construir, unir. Tenemos que confiar en que la humanidad se acerque entre sí, pues todo será más fácil cuanto más capaces seamos de entendernos”, escribió en una ocasión.

Con esa aspiración de unión y concordia creó la Epopeya eslava, un proyecto compuesto por 20 lienzos que llevó a cabo en 1918. Cultura, religión y política se unen en estas obras que reflejan episodios históricos relativos al pueblo eslavo y donde la guerra se deja sentir como el estigma del ser humano. En Rusia restituenda (1922) denuncia la hambruna de la sociedad rusa tras la revolución bolchevique, mientras que La luz de la esperanza (1933) parece un alegato a favor de la paz, con esa llama que brilla tímidamente entre las manos de un superviviente de la barbarie.
 .
De poco le sirvieron sus mensajes cuando Hitler alcanzó al poder y llevó a cabo sus ansias imperialistas. Su joven país, Checoslovaquia, que se había independizado de Austrohungría en 1918, volvía a estar ocupado. Y Mucha, personaje ilustre masón, fue arrestado por la Gestapo. Aquejado ya de una neumonía, moriría poco después de su detención, dejando una Europa al borde de la Segunda Guerra Mundial. Aún tuvo tiempo de iniciar un proyecto que dejó inconcluso, “con un mensaje de paz que dejó no solo para los eslavos, sino para toda la humanidad”,

Con la llegada del Art Déco, el estilo de Mucha se consideró pasado de moda. Su afamado estilo se percibió ya desfasado a las puertas de la I Guerra Mundial, desbancado por las vanguardias. Sin embargo, en los sesenta fue reivindicado por numerosos artistas y diseñadores, convirtiéndose en una gran influencia en la estética psicodélica. Además de adelantarse a su tiempo utilizando de una forma absolutamente moderna la publicidad y de contribuir a la popularización de las artes gráficas, Mucha fue pionero en otorgar a las artes decorativas la misma minuciosidad con la que se entregó a las bellas artes. Quizá por eso mismo logró romper la barrera que siempre había existido entre ambas, rescatando a las primeras del cajón de lo artesanal para elevarlas a la categoría de arte y ganándose el título de padre de la ilustración moderna.

El trabajo que Mucha realizó bajo el ala de la actriz contribuyó a difundir su imagen internacionalmente, así que contó con él también para el diseño de los carteles, así como de las escenografías y el vestuario. Ahora, una exposición que podrá verse en el Palacio de Gaviria hasta el 25 de febrero repasa las icónicas y ondulantes figuras que dieron forma al Art Noveau.
Para comprender la relevancia que Mucha tuvo dentro del modernismo, basta recordar que el concepto Art Nouveau se asoció en un principio al llamado Estilo Mucha. El formato alargado no era nada frecuente, y tampoco ese lujo extremo que le caracterizaba y que le llevó a explorar el campo del diseño de joyas de la mano de Georges Fouquet.

En un momento en el que Toulouse Lautrec llenaba de colores vivos los carteles de la vida nocturna parisina, sube al Olimpo de los artistas el checo Alphonse Mucha y su primer cartel para la actriz Sarah Bernhardt, la gran estrella de la época. El cartel anunciaba la obra Gismonda de Victorien Sardou y causó tal sensación que la Bernhardt le ofreció un contrato en exclusiva.


El joyero parisino quiso llevar a la realidad las alhajas con las que Mucha adornaba a las mujeres de sus carteles, así que presentó una colección de joyas realizadas sobre sus diseños en la Exposición Universal de París de 1900, llena de hermosas piezas de orfebrería con influencias orientales y bizantinas que completan una exposición de más de 200 piezas para ilustrar su particular estilo: figuras femeninas como alegorías del placer terrenal, lánguidas jóvenes de exuberante melena cargadas de flores y joyas, con vestidos neoclásicos e ineludiblemente enmarcadas por círculos de filigranas, símbolos y arabescos. El ornamento decorativista que refuerza sus imágenes remite al lujo y la ostentación orientales así como a la linealidad del grabado japonés, ya que unió diversas influencias vigentes en su época, sin olvidarse por el camino de plasmar su propia mirada.



Pero mientras su obra triunfaba, Mucha se distanciaba de ella. Consideraba que el arte debía transmitir un mensaje espiritual, por lo que se sentía muy frustrado al obtener sus mayores éxitos en el ámbito de lo comercial. Su interés por lo esotérico –ya que era un destacado miembro de la masonería- y su nacionalismo checoslovaco marcaron también parte de su obra a principios del siglo XX. Por eso la muestra incide especialmente en los elementos fundamentales de su vida y trabajo: su identidad cultural como checo y eslavo, además del amor por la familia y por su tierra de origen más allá de oropeles y barroquismo. Para Checoslovaquia creó sellos, billetes y otros documentos gubernamentales al tiempo que trabajaba en la que él consideraba su gran obra: La Épica Eslava, una serie de enormes pinturas consagradas a la historia de los pueblos eslavos.





No hay comentarios:

Publicar un comentario